Este estudio desmonta la pretendida separación entre el personaje y su obra, y revela que existe una profunda coherencia entre ambos. Durante el período de entreguerras y hasta el final del conflicto, Le Corbusier se presentó como «partidario del orden, de la familia y de la jerarquía, temas que durante la Segunda Guerra Mundial le condujeron, muy rápidamente, hacia la capital de una Francia colaboracionista: Vichy».