Preguntas aparentemente sencillas, como ¿que te pasa?, ¿cómo te llamas? o ¿de dónde vienes?, nos van acercando poco a poco al centro más profundo de nuestra alma, allí donde se descubre la herida originada por las cuatro infinitudes esenciales: vida, muerte, tú y mundo. Jamás seremos demasiado humanos: si algún horizonte tiene sentido es el de llegar a ser más humanos.