Jordi Capell formó parte de una generación de discípulos de aquella Segunda Escuela de Chicago que lideró el funcionalismo con hombres como Ludwig Mies van der Rohe, Charles-Édouard 'Le Corbusier', Frank Lloyd Wright, Alvar Aalto o Walter Gropius en cabeza. Otra celebridad anterior a todo ellos y padre de la arquitectura moderna, el estadounidense Louis Sullivan, lo popularizó con el eslogan "la forma sigue siempre la función". Eran arquitectos que trabajaban a partir del tamaño de un edificio, su masa y la distribución del espacio, además de algunas otras características tales como los materiales o la luz; todas tenían que satisfacer la funcionalidad de cada una de las piezas o estructuras. Si lo hacían, de eso solo en surgía la belleza arquitectónica de forma natural según Sullivan.
Jordi Capell trabajó siempre a partir de esta filosofía, lo que se puede apreciar en toda su obra realizada, pequeña o grande, y que fue bastante extensa. Comenzó a Mataró y pronto llegaba a Barcelona, Madrid, Ibiza, Milan o Rapallo. Una corta trayectoria de tan sólo 14 años, segada por un accidente de tráfico en 1970. Tenía 44 años. De esta destacan las formas racionalistas puras, sencillas y limpias de los años 20 y 30 del siglo XX que utilizaba y combinaba con las formas orgánicas que toman conciencia del lugar donde se ubica el edificio. Gorro integra la vivienda con la naturaleza exterior que diseña personalmente y hasta el último detalle. Eleva las estancias principales para conseguir sensación de ingravidez y ligereza como mejores vistas. Esta dualidad no es sólo formal sino también evidente en el mismo momento de escoger los materiales. Utiliza ya el hormigón armado a la vista o grandes paneles de vidrios que alterna con materiales tradicionales del país como la piedra, la madera -indistintament en el exterior o el interior- o la teja, lo que aporta un nuevo lenguaje arquitectónico difícil de encontrar en otras construcciones del momento.
El escritor y amigo Josep Maria Espinàs lo definía como un motor silencioso, porque nunca buscó notoriedad ni protagonismo profesional y al mismo tiempo lo simultaneaba con una tan relevante como anónima labor de carácter social. Jordi Capell utilizaba la funcionalidad en la propia vida y participó en muchos movimientos sociales del momento. Si menos es más, pensaba su cabeza que incorporaba una brillante formación de exactas, con menos tiempo y bien utilizado puedo hacer las mismas cosas, es decir ... más que el reduzco. Entre otras aportaciones, destaca su dedicación al Colegio de Arquitectos de Cataluña como contador en la época del decano Xavier Subias. Fue pocos meses después de salir de ella que se produjo el accidente en la carretera de la costa dirección Mataró. Unos años más tarde la junta del Colegio de Arquitectos de Cataluña encontró un borrador de estatutos de una propuesta suya de cooperativa de compra de material para los arquitectos. En 1977 se creó y, como reconocimiento, se le puso su nombre.
El mismo padre y sacerdote -también amigo suyo- Jordi Limón sintetizaba bien aquel hombre inquieto, meticuloso, culto, comprometido ... íntegro, en la homilía de su entierro. "Jorge quería construir el mundo como construía las casas: al servicio de los hombres. Tenía una clara y segura fe en las cosas fundamentales, a pesar de los problemas, las incógnitas y los misterios. Y aunque respetando el misterio, quería resolver la incógnita y encontrar respuesta a las preguntas. Ahora sólo nos queda por hacer todo lo que podamos para continuar la obra de Jordi. Y seguimos como él habría continuado la vida ... una vida siempre adelante! "
Bernat Capell y Oller