- Creado el 24/11/2017
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Óscar Dalmau estudió comunicación audiovisual y decidió cultivar su rareza en su propio benefi- cio y en el de todos. Escribe y presenta para televisión y para radio. Describe su actividad profe- sional como la de hacer reír a los demás a partir de un folio en blanco. Lo que no dice es que le da igual el contexto, el lugar, el donde. Se adapta porque para él sólo existe el aquí y el ahora. Eso es lo que le empuja a vivir historias persiguiendo objetos y a descubrirse en seres humanos que le llevan a su destino disfrutando el camino. En su caso, la meta es en realidad una conse- cuencia.
El próximo 18 de mayo, tienes la oportunidad de escuchar, ver y sentir a Óscar Dalmau en su mejor versión en La Capell con motivo del ciclo de conferencias Objecte de Desig. Óscar ejercerá de moderador entre dos generaciones de diseñadores y dos premios nacio- nales de Diseño, André Ricard, galardonado en 1987, y Mario Ruiz, en 2016. Ésta será la primera de un ciclo de conferencias conducidas por Óscar Dalmau y que reunirán a refe- rentes y a los principales actores del panorama actual de diseño.
Nos sentamos en una mesa de la tienda de La Capell. Están a punto de abrir las puertas al públi- co. La grabadora ya está en marcha. Un cordial saludo y después un susurro que lo dice todo en voz alta: “Hazme preguntas fáciles por el amor de Dios”. Le contesto dando saltos para alcanzar la altura de su sentido del humor y le digo que me dé respuestas concretas. Conectar con una sola frase es una de las habilidades que hay tras su largo flequillo y sus interminables e inmacula- das gafas. Cuenta que su estudiado look es para disimular su falta de hermosura pero lo pongo en duda. A mí me parece que es para ocultar la velocidad a la que piensa, que está cerca de lo instantáneo. Óscar Dalmau es de los que comunican con todo. Con su afilado verbo y ágiles construcciones gramaticales, con su mirada y con sus gestos. Y también con su emoción, que aparece cuando habla de lo que para él es una pasión: el diseño y La Capell.
De dónde y desde cuándo nace tu interés por el diseño.
Empezó todo con portadas de discos de jazz de los años 50 y 60 del catálogo Blue note. Flipaba con las portadas en blanco y negro, con las letras y con sus tipografías. Con la manera en que iban vestidos los músicos. A raíz de esas portadas empecé a interesarme por el diseño gráfico de la época. Y luego por el diseño de moda. Descubrí el diseño de mobiliario, de ahí al diseño indus- trial, diseño de interiores y la arquitectura. Todo muy concentrado en los 50, 60 y principios de los 70.
Y ese gusto por el diseño te llevó hasta La Capell.
A finales de 2012, estaba preparando la presentación de la Marató de TV3 contra el cáncer con mi compañera Ariadna Oltra y una de las tardes en las que preparábamos el guión quedamos para hacer una visita a la imprenta de su padre y que está muy cerca de la Catedral. De vuelta a casa, pasamos por delante del Colegio de Arquitectos y nos quedamos deslumbrados por el escaparate de la librería llena de muebles de diseño, que a mí me encantan. Propuse a Ariadna entrar y una vez estuvimos dentro, nos dijeron que si queríamos mirar más libros teníamos abajo una librería extensísima. Bajamos y flipamos porque era un espacio que no conocíamos. Me hice socio y a partir de ahí, he descubierto libros, arquitectos y obras interesantísimas que están entre las estanterías de La Capell.
¿Qué se pierde el que no conoce el diseño?
Calidad de vida.
Rotundo. Volvamos a tus gustos.
Para mí, hay más placer buscando tesoros de otras épocas, que en cualquier cosa que puedas encontrar hoy en día a nivel de música. Por ejemplo, descubriendo un LP de los 60 antes que comprar el último de David Bisbal. Es demasiado fácil. Soy muy hurón en ese sentido. Sin querer me lleva todo a esa época.
Una vez leí la siguiente frase: los gustos son prejuicios y viceversa.
Sí, puede ser. Soy muy obsesivo con esto, no es racional. Hay cierto prejuicio en que lo más moderno no me interesa por ser moderno aunque es cierto que a veces me llevo gratas sorpre- sas. Por ejemplo, removí cielo y tierra para encontrar a alguien que me pudiera dar una pista de un diseño de Jordi Vilanova que había ganado un premio Delta. Es un taburete muy sencillo de madera. Estaba obsesionado porque tengo una hija de un par de añitos y me dije que tenía que aprender a sentarse en algún mueble que tuviera historia. Al final, vía redes sociales contacté con su familia y me dieron uno de los dos taburetes que tenían. Me enriquece esta especie de ginca- na y el recorrido hasta conseguirlo.
¿Y qué aprendiste?
Que las personas agradecen que valores lo que hoy en día mucha gente pasa por alto por el mero hecho de ser antiguo. Y estoy agradecido porque mi hija ha aprendido a sentarse y a levan- tarse en un taburete fabricado hace más de medio siglo. Detrás de su diseño hay una persona que ha pensado, que ha construido, que ha destruido y vuelto a construir hasta ganar un premio. Habrá quien piense que invertí muchas horas, en realidad fue un mes, pero a mí me llena. Re- cuerdo de una frase que me dijo Miguel Milá sobre el aprovechamiento de la energía solar, de la que fue un pionero hace 40 años.
Me contaba que sus amigos le decían que se gastaba una pasta calentando el agua con placas solares y él les decía que sí, que pagaba más por el agua pero que la satisfacción que le producía ducharse con agua que ha calentado el sol es un placer que no tiene precio. A mí me pasa un poco lo mismo con estas búsquedas. Es un placer difícil de explicar.
¿Cuál es la relación de los seres humanos con los objetos?
Es una relación de amor-odio. El contacto es cada vez más virtual y hablo por mí también. Antes de que apareciera el teléfono móvil yo iba por la calle mirándolo todo, interesándome por todo, tocando todo. Y lo sigo haciendo pero menos, aunque por ejemplo, en un restaurante, si me gusta el plato, lo cojo y le doy la vuelta, antes de que lo llenen de sopa, claro.
Esa inquietud por mirar, por buscar y por coger. Esa curiosidad. ¿De dónde viene?
En lo que se refiere a los muebles, quizá porque mi padre era ebanista. Siempre me decía carpin- tero no, ... ebanista. Aunque los muebles con los que trabajaba mi padre no tienen nada que ver con los que me gustan. Mi abuelo también era ebanista. Intento no perder la curiosidad, es un espíritu que hay que trabajar.
El camino es más importante que el destino.
Recorriendo esos caminos he conocido a gente que no hubiera conocido de otra manera.
¿Qué es para ti crear?
Nunca he creado objetos, pero mi trabajo es creativo. Me enfrento a una hoja en blanco con la obligación casi funcionarial de hacer reír a la gente. Para mí, crear es pensar en arrancar una sonrisa, que es un placer bastante indescriptible. A veces crees que va a funcionar y no acaba de funcionar y al revés.
Dice el inigualable André Ricard que en el diseño, la estética es una consecuencia no una finalidad. La perfección en la función suele producir formas bellas.
Sí, desde luego. Es la perfección. Existen muchos objetos bien acabados pero a los que les falla algo.
Siguiendo con las ideas de este referente del diseño, él llama a estos objetos inútiles, polu- ción objetual.
tiene que existir el diseño inútil para valorar el diseño útil. Y yo que me dedico a escribir humor, encuentro que en el mal diseño hay una fuente inagotable de humor. Por ejemplo, en las películas de Jacques Tati, que se enfrenta a cocinas automáticas. De hecho, yo apunto en una libreta cuando voy a un lavabo público en el que hay desde un grifo con una célula fotoeléc- trica que no sabes cómo va, un aparato de aire que te seca las manos que a cada dos por tres deja de funcionar o esa luz automática que se apaga en el peor momento. Esa serie de situacio- nes me provocan carcajadas. Recuerdo una exposición que se hizo hace años en el Palau de la Virreina sobre objetos mal diseñados. Había desde un banco público que se encharcaba con la lluvia, un reloj donde podías ver la tele, pero en el que emitían una película subtitulada y era imposible leer los subtítulos, hasta una megafonía que distorsionaba la voz y era absolutamente ininteligible ... Lo admito, soy un caso aparte.