- Creado el 24/11/2017
- en Noticias
En el showroom de Marset, rodeado de las diferentes versiones de la lámpara “funicuí”, su diseño de 1979 que actualmente se reedita con gran éxito comercial, conversamos con Lluís Porqueres.
Lluís personifica los pioneros y autodidactas de nuestro diseño. Es la imagen resistente y consciente de una forma de diseñar que se desarrolló afinando la mirada y con grandes dosis de intuición en el desierto cultural que se vivía en el país, proponiendo una nueva tipología de objetos y llegando a un público minoritario ávido de nuevos elementos para equipar sus hogares y establecimientos.
Sus manos sugieren por su aspecto y gesticulación una vida de contacto consciente con los objetos, un trabajo de diseño marcado por la provatura con los materiales, manos de la experiencia, que mientras tocan y analizan modelos de lámparas expuestas en el establecimiento, afirma mirándome, ¡esto es fantástico!
El 14 de septiembre a las 19:00 horas en La Capell, tendreis la ocasión de oír el testimonio de uno de los personajes que protagonizaron el advenimiento del diseño en la segunda jornada del ciclo Objecte de Desig #2, en conversación con Joan Gaspar y moderada por el presentador y guionista de televisión y radio Oscar Dalmau.
Me gustaría que nos hablaras de “Stoa”. ¿Como fue aquella experiencia pionera?
¡Ostras!, un tiempo interesante aquel. Fue una empresa que monté con mi amigo Paco Blanco en 1965, que desgraciadamente murió ya hace muchos años. Era una apuesta muy pionera. Empecé con algunos pequeños diseños de lámparas, experimentando con plástico, aprovechando las particularidades que este material ofrece. Llegamos a tener un catálogo con bastantes modelos que en un principio diseñabamos Blanco y yo. Luego se incorporaron otros diseñadores, pero eran tiempos difíciles para esta tipología de producción y finalmente abandoné el proyecto sobre todo por las dificultades económicas y continuaron los últimos incorporados.
¿Con "Vapor" podríamos decir que definiste tu forma de diseñar?
Esta empresa, otra experiencia de autoedición, la monté con Jaume Vaquero, mi compañero de entonces. El nombre surgía de la fusión de los dos apellidos Va(quero) y Por(queras) y a la vez era una alusión al contexto en que nos inscribimos para trabajar, una zona industrial de la ciudad. Era un taller del Poblenou, en un momento fantástico ya qué había muchos talleres de industriales trabajando en aquella zona, y esto nos permitió poder aprender y desarrollar nuevos procesos. Unos amigos diseñadores gráficos nos hicieron una imagen muy atractiva y en consonancia con el diseño que queríamos desarrollar.
Los diseños de "Vapor", tienen una filosofía muy diferente de los de "Stoa", como mínimo aparentemente.
Sí, a mí me ha servido mucho recoger elementos que encontraba por la calle o en mercados de viejo para poder desarrollar diseños a partir de ellos o simplemente experimentar y aprender. Los diseños de Vapor, están muy marcados por este hacer con lo que se tiene al alcance, con lo que se encuentra. Muchos de los componentes que usaba eran elementos preexistentes en ferreterías, que adaptaba o versionaba para construir un nuevo objeto. Difusores prefabricados por ejemplo.
De hecho, la pieza clave del modelo Funiculí, la pinza que permite el movimiento ascendente y descendente del difusor, fue una adaptación mejorada de unas pinzas dobles que descubrí en la ferretería Balius del Poblenou.
¿Era una forma de trabajo dadas las circunstancias?
Bien, es evidente que actualmente las posibilidades materiales y de recursos han crecido indiscutiblemente y los inicios de la empresa fueron duros económicamente, pero trabajaba así también porque creía en ello. Me parece una forma ética de trabajo y de entender los procesos industriales. Además de poder conseguir unos productos con costes bajos, que permitan un precio de venta asequible.
Estaba un poco en los márgenes, o en otra posición respecto de otras escenas o realidades del diseño del momento. Era una especie de francotirador desde el Poblenou (ríe).
Has ejercido muchas veces este binomio diseñador – empresario.
Si, ahora con la perspectiva del tiempo pienso que quizás me equivoqué. El trabajo de generar y mantener una empresa lo tienen que hacer los empresarios. Toda la carga de trabajo y problemas que supone mantener una empresa en activo, sobre todo cuando las dificultades aprietan consigue eclipsarte y a veces incluso disminuyen tu capacidad de trabajo creativo para desarrollar el diseño.
¿Que os empujaba pues a crear estas empresas autoeditoras?
Cuando empecé y durante una buena parte de los años de ejercicio, no existía una cultura del diseño como la que se vive hoy. Las empresas eran muy limitadas y supongo que a muchos nos parecía más ágil emprender el proceso de producir lo que diseñábamos intentando abrir lo que entonces era un nuevo mercado. No era solamente que hubieran dificultados para la producción, las empresas tampoco contemplaban como necesario la elaboración de catálogos o una red comercial adecuada a los productos que nosotros queríamos producir.
Formasteis parte del SIDI…
Si, nos inscribimos en esta red y fue bastante bien, pudimos empezar a exportar a varios países de Europa, que también era algo bastante nuevo y dificultoso.
¿Después trabajaste en otras direcciones?
Cuando empecé a trabajar para otros industriales, ví que era mucho más satisfactorio. Podía concentrarme en el trabajo de diseño e hice algunos modelos que tuvieron buena acogida, esto daba otra dimensión al trabajo.
Pero tus funciones no se limitaron al diseño de lámparas.
Bien, aparte de hacer algunos trabajos de interiorismo, donde encontré una fórmula cómoda con unos clientes que me daban bastante libertad para proponer y ejecutar los proyectos con criterio propio y pocas interferencias. En el terreno del diseño de objetos, siempre concentrado en la iluminación, ejercí no solamente de diseñador sino también de director de arte para la empresa Eva Luz.
Esta empresa tenía una producción muy anticuada y lejos de lo que entenderíamos por una producción de diseño. Conseguí dirigir este giro que cómo antes comentaba, no era solamente un cambio de diseño de producto sino una reconversión total de su imagen y forma de introducirse en el mercado. El resultado fue realmente satisfactorio.
¿Cómo recibiste la noticia de la reedición de un diseño de hacía más de treinta años?
Fue una gran satisfacción y más viniendo de la mano de quien había sido un compañero de trabajo y discípulo, Joan Gaspar, quien después de trabajar conmigo, empezó a hacerlo para la firma Marset que ahora produce la Funiculí.
Este hecho lo viví como un gran reconocimiento a mi trabajo y más aún viendo como el producto ha entrado de nuevo al mercado con tanta aceptación, es muy alentador. La venden inclúso en la tienda del MOMA. Entrar al mercado americano ya es algo difícil, pero que se haya fijado este museo para ofrecerla como parte de su selección es también muy satisfactorio.
Este diseño tenía una vocación muy popular. ¿Crees que esta reedición ha elititzado tu lámpara?
No, para nada, aún con las mejoras que se han hecho al diseño original, ahora que hay más posibilidades técnicas que hacen la pieza más atractiva, mejor resuelta funcionalmente hablando y además le alargan la vida útil, pienso que sigue manteniendo su filosofía de inicio.
¿Podemos decir que has generado un clásico del diseño?
Hombre, yo no me atrevería a decir tanto, pero ver el recorrido y vitalidad de este objeto, es un gran reconocimiento. Siempre he intentado trabajar fuera de las tendencias pero no siempre se logra esta imperdurabilidad en el tiempo. Además, en mi ejercicio siempre me guié por la idea de las creaciones efímeras, sin demasiada trascendencia, hecho que ahora ha tomado otra dimensión con esta reedición.
Aún así, no ha habido reconocimiento de las instituciones.
No ha sido un espacio que me haya interesado demasiado, el de los concursos o el espectáculo organizado alrededor del diseño.
Desde tu dilatada experiencia, ¿como ves la escena del diseño actual en Cataluña?
A pesar de haber un abanico fantástico de posibilidades materiales y de procesos, y haber visto como este trabajo acontecía en una disciplina consolidada, veo preocupante el lenguaje globalizante y uniformizador que a veces toma el diseño. Las características culturales se tienen que reflejar en los objetos que se gestan en un lugar. Aquí esta relación, este legado cultural fue gravemente interrumpido, pero ahora es importante que no sea la globalización de los procesos y el mercado el que lo interrumpa definitivamente.
¿Quieres decir que la materia se tiene que expresar por ella misma?
Nuestra tarea como diseñadores, no deja de ser la traducción de la materia, entender cómo se expresa y buscar una interpretación que no traicione su identidad. En mi caso particular, he intentado encontrar un equilibrio que me permitiera trabajar entre la tradición y la innovación, añadiendo a mi diseño una carga de pasado, de experiencia que he detectado en objetos existentes para aprender de su lenguaje.