Voluntariamente alejados de la atención mediática, desde su retirado estudio en Olot, los ganadores de la última edición del Premio Pritzker llevan tres décadas desarrollando una arquitectura tan radical en su lenguaje como anclada al lugar y comprometida con la naturaleza. Con motivo de la concesión del prestigioso galardón -que hasta ahora solo había logrado un español, Rafael Moneo, en 1996-.