El Foro romano, la gran plaza pública que surge entre el Arco de Tito, los muros del Capitolio y la colina del Palatino, pasó de encerrar los principales centros de poder político y religioso del imperio el Senado, el Templo de Saturno o la Basílica Julia, entre otros a convertirse durante siglos en un lugar privilegiado de peregrinación.