- Publicat a 24/11/2017
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El diseñador Mario Ruiz fue distinguido con el Premio Nacional de Diseño 2016. En su discurso de agradecimiento hizo público que ocho años atrás detectó que es disléxico. Ha transformado este trastorno del aprendizaje en una oportunidad y de ahí en una forma de trabajar. Apoyado en una conciencia plena de sus virtudes y sus defectos, afila su lápiz creador y recopila ya más de 40 galardones internacionales. Los premios no son para este diseñador alicantino un objetivo, son una consecuencia. Graduado en diseño industrial en la Escuela Universitaria Elisava de Barcelona, se muestra como es: transparente, coherente y honesto, tres adjetivos que definen la identidad de sus creaciones. Mario Ruiz es lo que hace.
El próximo 18 de mayo, tienes la oportunidad de descubrir lo que piensa, lo que dice, lo que hace y lo que siente el diseñador Mario Ruiz en La Capell con motivo del ciclo de conferencias Objecte de Desig. Moderado por el comunicador Óscar Dalmau, Ruiz compartirá reflexiones con el referente del diseño André Ricard, galardonado en 1987 -casi tres décadas antes que Mario Ruiz- con el premio Nacional de Diseño. Ésta será la primera de un ciclo de conferencias que reunirán a referentes y a los principales actores del panorama actual de diseño.
En el despacho de Mario Ruiz, incluso el azar está ordenado. Una gigantesca mesa preside un espacioso y luminoso taller repleta de delicados objetos agrupados por colores y formas, por texturas y materiales, por su uso y función. Hay herramientas, utensilios de cocina y juguetes. Mario Ruiz muestra con fascinación y orgullo cada uno de estos tesoros comprados en cada rincón del planeta y que le sirven de inspiración para sus creaciones. Sus habilidosas manos recorren las piezas y su voz acompaña la música de fondo en una perfecta armonía. En el despacho de Mario Ruiz, incluso el descontrol está en sincronía.
¿Cómo te comunicas con el cliente?
De forma visual porque me siento más cómodo mostrando cosas que contando lo que voy a enseñar. Soy disléxico y por mi forma de ser me gusta que todo sea muy controlado y que no se me olvide nada. Las palabras para mí son un lenguaje ambiguo. Como una especie de eco. Elegir las palabras para mí supone un esfuerzo brutal y en cambio tengo una facilidad visual. No tengo memoria sobre las palabras. No me acuerdo de los nombres pero me quedo con la ropa, con la cara, con los calcetines, si tiene un roto o una mancha. Mientras te estoy viendo a ti ahora estoy viendo lo que está pasando al lado. Es un problema de concentración. En cambio, te permite una visión de detalle un poco más detectivesca.
Has empleado la palabra esforzar. Yo creo que todo lo que conlleva mucho esfuerzo tiende a romperse. ¿Cómo lo ves?
Uso esa palabra porque es como un castigo. Durante muchos años he escuchado que no me esforzaba y que no valía. Era un mantra en mi vida. En la entrega del premio Nacional de Diseño me preguntaron qué significaba recibirlo. Y conté la historia de este trastorno y cómo me ha afectado. Detecté que era disléxico hace ocho o nueve años por mi hija. Y este premio es como si hubiera aprobado todas por fin. No es que no me esforzase, es que era disléxico. Cuando estuve en la recepción con los Reyes solamente hablamos de esto. No hablamos ni de diseño.
Pues hablemos de diseño.
Mi forma de entenderlo y de trabajar es buscar objetos que funcionen mejor y sobre todo que sean honestos. El enfoque de la funcionalidad es porque tengo una educación que viene de la época de los años 80. Y creo que ahora todo se ha vuelto más llamativo, más glamouroso en negativo.
¿Cómo crea Mario Ruiz?
Para mí crear y diseñar es distinto. Diseñar para mí significa hacer una labor creativa con un proceso, un fin y unos parámetros que tienes que ajustar. Debe ser armónica, funcional y con una característica estética. En mi caso, yo dedico un veinte por ciento de atención al objeto.
¿Y el ochenta por ciento restante?
En mi opinión, donde está el verdadero diseño es crear un espacio donde ese objeto va a nacer. Crear un hábitat donde hay limitaciones, cuestiones y obligaciones.
¿Un contexto?
Es algo más. Creo una atmósfera donde ese objeto debe nacer a partir de un briefing. Adapto un hábitat al briefing y esa atmósfera me permite ir creando. Diseño en los elementos y en las soluciones; de alguna forma, el objeto se diseña solo. Cuando trabajo, nunca lo hago en un objeto de golpe. Trabajo en detalles y en partes, y luego las junto haciéndolas coherentes. El espacio creado se encarga de suavizar y armonizar lo que creas. No me invento nada. Quien hace un libro también lo hace así. No creo en el diseño per se.
Yo creo en que lo importante va de dentro a fuera.
En el diseño industrial se trabaja así justamente. Yo me identifico más con esta forma de diseñar porque domino más la cuestión técnica que la de diseñar formas más creativas. El industrial es más transparente. No llama la atención ni sale en las revistas. En cambio, en el mundo inmobiliario se trabaja de fuera a dentro, como un escultor. Sus productos tienen nombre y el concepto de negocio es distinto. Yo empecé en el diseño industrial pero actualmente casi trabajo más en el inmobiliario.
¿Cuál es tu relación con los objetos?
Los objetos son mi hobby. Viajo bastante y me gusta conocer las herramientas de cada país, sus electrodomésticos, sus juguetes, libros, supermercados o la forma de preparar y servir la comida. Soy un consumista de objetos. Me proporciona placer tenerlos y observarlos. Y se convierten en pistas de los lugares en los que he estado. Son un hilo conductor de cosas que me han pasado.
¿A qué nivel se encuentra el diseño en España?
España es un país muy joven en el diseño comparado con culturas como la escandinava, la japonesa o Estados Unidos. Ha habido dificultades de comprensión y ciertas envidias y guetos. Sin embargo, actualmente tenemos una gran oportunidad porque hay mucha gente fuera de nuestras fronteras que tiene una visión más de mente abierta. En otros países, se aprovechó un momento de boom y aquí únicamente nos enfocamos en piezas independientes.
Y no crees que hay un gap por falta de divulgación. Quiero decir que los diseñadores no han explicado suficientemente lo que hacen. Me da la impresión de que vuestro trabajo es poco conocido.
Puede ser que haya habido un exceso de individualismo. Sin embargo, ahora hay muchos diseñadores jóvenes que tienen un vínculo más colectivo y una identidad no tan individual al estar fuera y unirse por la dificultad de desarrollarse aquí. También aprovechan la tecnología para llegar a todas partes. Cuentan todo lo que a través de las redes sociales.
¿Cómo emplea Mario Ruiz esa tecnología?
No la uso porque no la controlo.
Nuevamente escucho el concepto control.
Es una manera de sentir que tengo la sartén por el mango y que no cometo errores. Y no obstante, el control es algo incontrolable porque no puedes estar al cien por cien seguro.
Una paradoja.
En el sistema que empleo para ir tejiendo un proyecto es necesario tener un control desde el principio porque si no lo tienes todo atado, eso se evapora. Crear una atmósfera es complicado porque es todo etéreo, es todo una idea, es mentira. A la hora de crear, se genera un vínculo con el proyecto y se produce un enamoramiento. Esto provoca que puedas perder la visión profesional. Te pongo un ejemplo. Cuando voy en avión y bebo una copa de vino, a veces cojo un cuaderno y dibujo hojas y hojas. Entre la música, la altura y la copa de vino me entusiasmo con lo que hago. Cuando veo lo que he dibujado después en otro contexto ya no me gusta tanto.
Hay una relación muy estrecha entre creer y crear.
El control llega incluso a ti mismo porque cuando luego presentas al cliente, te quita y te cambia lo que has creado. Cuando sale al mercado tu idea no tiene nada que ver con lo que habías pensado. Nunca estoy contento con los proyectos que he hecho pero sí con los que estoy haciendo y que sí se encuentran en ese entorno del que hemos hablado.