El interés por la tecnología, la necesidad económica, la acción política, el anhelo de soledad, o el imperativo medioambiental son algunas de las motivaciones que impulsan el auge contemporáneo de arquitecturas mínimas. Pragmáticas o utópicas, prefabricadas o artesanales, urbanas o emplazadas en plena naturaleza virgen, estas iniciativas parecen responder a una necesidad común, que puede también interpretarse como placer: la persistente (y muy humana) búsqueda de expresiones personales del hogar.