Lewerentz es, a la vez, actual e inactual, moderno y antimoderno, siempre inclasificable en cuanto seguidor de su propio camino. No es un maestro al que se pueda entender ni a partir del análisis estilístico de sus obras ni de la interpretación de sus textos (que nunca escribió). Sus obras son únicas, singulares, inimitables, fruto del trabajo experimental de aquel que va forjando progresivamente su trayectoria.